Leyenda urbana: cuando el periodismo falla

Por Tony Pérez

La difusión mediática sin cesar de un cuento de camino ideado por delincuentes confesos y reforzado con artificios jurídicos paridos por afanes pecuniarios, ha provocado una estocada difícil de curar a los programas de trasplantes de órganos establecidos en el país tras décadas de esfuerzos de dos o tres médicos soñadores, como el trasplantólogo Fernando Morales Billini, por integrar especialistas, gestionar la compra de implementos médicos y lograr una toma de conciencia en una población vulnerable a los mitos.

La donación de órganos ha caído al piso.  Pacientes han muerto, pacientes morirán en espera de un donante. Pasarán años sin recobrar la confianza ganada a pulso en la sociedad. Imperdonable.

https://elnacional.com.do/video-caso-nina-carla-massiel-desplomo-la-donacion-de-organos-en-rd/.

La condena de 30 años emitida este jueves, 7 de febrero de 2019, por el Tercer Tribunal Colegiado de Santo Domingo Oeste, saca de la calle a los jóvenes Dawin Trinidad Infante y Juan Cabral Martínez por raptar, violar y sepultar  en una zona fangosa y abandonada, a Carla Massiel Cabrera Reyes, 10 años.

Pero el campanear mediático ha dejado implantado en el imaginario colectivo una leyenda urbana basada en el guion absurdo de unos acusados que buscaban desviar la atención de un crimen de su factura intelectual y material, y hallaron la clave en Internet: la mataron para venderla y sacarle los órganos. ¿Dónde está la condena por el culto a la manipulación?

C.M había desaparecido el 25 de junio de 2015 al salir con su hermanita gemela de una actividad religiosa en el villorrio Los García, municipio Pedro Brand, y, por confesión de su verdugo Dawin a la autoridad, sus osamentas halladas cerca de allí, en La Cuaba, el 16 de agosto de 2016.   

Dawin ha alegado que “la doctora Santana” le pagó para que le buscara una niña viva con el objetivo de trasplantarle los órganos a su padre enfermo de cáncer, el doctor Hipólito Santana, uno de los dueños de las clínicas Integral y de la Hacienda Lili (ana), vecina de la comunidad.

Según su relato, ella, a quien aún no conoce, se la devolvió muerta con signos de órganos extraídos del abdomen, para que la desapareciera. Versión que el Ministerio Público descalificó de plano al determinar su falsedad vía una larga investigación que incluyó baterías de test psiquiátricos y la exhumación del cadáver del médico para practicarle una necropsia.

De acuerdo a las averiguaciones, Dawin es un sociópata consumado, reincidente; sin embargo, su montaje ha sido tomado a pie juntillas como insumo para construir desde algunos medios de comunicación y el oportunismo político (hasta un aspirante a diputado), un monumento gigante a la posverdad que ha servido para incrementar el estado de ignorancia de la población.

https://listindiario.com/la-republica/2016/08/17/431599/a-la-nina-carla-la-mataron-para-quitarle-organos.

Los medios de comunicación y el periodismo, acostumbrados a poner el espejo enfrente a los demás para que se vean las debilidades, rehúyen a hacer lo propio como ejercicio de autocrítica. Y el caso C.M. los ha evidenciado una vez más.

Ha escaseado el interés por desmarcar el hecho de la mentira. Desmarcar la verdad de la puesta en escena de una falsedad socialmente dañina. Con pasión se ha apelado a la espectacularización, al amarillismo, al “invento”, al involucramiento alegre de terceros y hasta la revictimización de la niña con el fin de emocionar a las audiencias. Y, sin embargo, aun ya con la verdad flotando libre, no se ven señales de arrepentimiento. Ningún perdón se ha pedido a la sociedad. Mucho menos a las personas y empresas dañadas y por un desenfreno de la autoridad guiada por el populismo mediático.

Desde los equivocados, no se ha visto un editorial, ni se ha escuchado un comentario  de algún opinante radiofónico desbocado, que exhorte a desoír noticias fantásticas, proteger las niñas de los pedófilos y creer en la importancia de la donación de órganos para salvar vidas. Parece que se creen con derecho a mentir. Los perfectos.

Aunque C.M. está muerta y Dawin y Juan han sido encarcelados, la gran perdedora ha sido la sociedad. Los farsantes la han envenado con la mentira mediática y politiquera. Y salvarla de ese cáncer, resulta difícil.

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