Por Elvin Castillo
En los últimos días, las revelaciones del expresidente Donald Trump han destapado lo que él califica como “el escándalo de corrupción más grande de la historia”. Entre los puntos más alarmantes de sus denuncias, destaca el financiamiento de periodistas en distintos países por parte de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Según Trump, este financiamiento no ha tenido como fin el desarrollo, sino la desestabilización de gobiernos y la imposición de agendas ideológicas ajenas a la voluntad de los pueblos.
En el caso de República Dominicana, el impacto de estas acciones va mucho más allá de la manipulación mediática. Si las acusaciones son ciertas, no estamos simplemente ante un caso de influencia extranjera; estaríamos frente a un proyecto sistemático de erosión de nuestra soberanía, destrucción de nuestra identidad nacional y debilitamiento de los pilares que sostienen nuestra sociedad.
La haitianización: ¿Un proyecto dirigido desde el exterior?
Desde hace años, sectores políticos y académicos han advertido sobre el proceso de “haitianización” que avanza en República Dominicana. Muchos han asumido que esto es consecuencia natural de la crisis humanitaria en Haití, pero con las recientes revelaciones sobre el financiamiento de USAID, la pregunta se vuelve inevitable:
¿Es posible que esta migración masiva haya sido incentivada, promovida y financiada por actores externos con una agenda específica?
La presencia de ONG internacionales que operan en nuestro territorio bajo la bandera de la “ayuda humanitaria” ha sido objeto de debate durante décadas. Pero si estas organizaciones realmente buscan el bienestar de los haitianos, ¿por qué no canalizan sus esfuerzos hacia el desarrollo en Haití, en lugar de promover la integración forzada en suelo dominicano?
El patrón es claro:
1-Se han destinado millones de dólares a programas que incentivan la permanencia de inmigrantes haitianos en República Dominicana.
2- Los medios de comunicación han sido instrumentalizados para demonizar cualquier intento de regulación migratoria, presentándolo como un acto de xenofobia en lugar de una medida legítima de protección de la soberanía nacional.
3- Las élites globalistas han presionado para diluir las diferencias culturales e históricas entre ambas naciones, despojando a República Dominicana de su identidad propia.
Y ahora, con las denuncias de Trump, surge una pregunta aún más preocupante: ¿Cuántos periodistas dominicanos han recibido dinero de USAID para impulsar esta agenda? Si algunos han actuado como agentes encubiertos de intereses extranjeros, ¿no estaríamos hablando de una traición a la patria?
Destruir la familia para dominar una nación
La historia ha demostrado que la mejor forma de someter a un pueblo no es con armas ni invasiones, sino destruyendo sus valores fundamentales. Y uno de los objetivos más visibles de la agenda impulsada por USAID en República Dominicana ha sido la transformación radical del concepto de familia y sociedad.
La promoción agresiva de la agenda LGBT, el financiamiento de campañas de reeducación ideológica en escuelas y la infiltración de discursos progresistas en los medios no han sido eventos aislados. Han sido parte de un plan estructurado para redefinir nuestra cultura y debilitar la cohesión social de los dominicanos.
¿Coincidencia o estrategia?
Los mismos sectores mediáticos que han sido vinculados al financiamiento de USAID son los más fervientes promotores de la ideología de género.
Las instituciones extranjeras que han presionado para la apertura de las fronteras y la eliminación de políticas migratorias son las mismas que exigen la despenalización del aborto y la redefinición del matrimonio.
La descomposición de la familia tradicional no es una simple evolución social, sino una imposición extranjera con objetivos muy claros: desarraigar a la juventud dominicana de sus valores y convertirla en una sociedad fácilmente manipulable.
Los dominicanos debemos preguntarnos: ¿realmente estas políticas han surgido de la voluntad popular, o han sido introducidas mediante financiamiento externo y manipulación mediática?
¿Cómo recuperamos nuestra soberanía?
Las revelaciones sobre USAID deben servir como una advertencia para todos los dominicanos. No podemos seguir ignorando que actores extranjeros están financiando narrativas y políticas que afectan directamente la estabilidad y el futuro de nuestra nación.
Es hora de exigir respuestas concretas:
¿Quiénes han sido los beneficiarios directos de estos fondos en República Dominicana?
¿Cuántos medios de comunicación han sido instrumentalizados para trabajar en contra de los intereses nacionales?
¿Qué mecanismos existen para proteger al país de la injerencia disfrazada de “cooperación internacional”?
No basta con indignarnos. Debemos actuar con determinación para defender lo que es nuestro.
El primer paso es la transparencia total:
El Congreso debe abrir una investigación independiente sobre los fondos de USAID y su impacto en la sociedad dominicana.
Se deben exigir auditorías a todas las ONG extranjeras que operan en el país.
Las concesiones a organismos internacionales deben ser revisadas para evitar que sigamos siendo un laboratorio de experimentación social para intereses ajenos.
El futuro de República Dominicana está en juego
Las naciones que han permitido la injerencia extranjera sin control han pagado un alto precio. Basta mirar lo que ha ocurrido en países de Europa donde la identidad nacional ha sido completamente desmantelada por políticas impuestas desde el exterior.
Hoy, República Dominicana está en una encrucijada:
Podemos seguir permitiendo que nuestra soberanía sea erosionada en nombre del “progreso”, dejando que agencias extranjeras definan nuestro destino.
O podemos levantarnos como nación y exigir respeto, independencia y autodeterminación.
El pueblo dominicano es fuerte. Nuestra historia es prueba de que no nos doblegamos ante el colonialismo ni ante la intervención extranjera. Pero si bajamos la guardia ahora, podríamos perderlo todo.
La pregunta es: ¿Estamos dispuestos a luchar por nuestra soberanía, o nos convertiremos en una nación sin identidad, gobernada desde el extranjero?
El tiempo para decidir es ahora.