Por los que se marcharon

Por Julio Ravelo Astacio
La pérdida de un ser querido puede ser percibida por familiares y amigos como un hecho impactante que pudiera tener significativas repercusiones en la vida de los dolientes, alterando sus patrones de existencia, muchas veces de manera trascendente y duradera.

La muerte tiene una dimensión social y cultural que varía según el momento histórico, costumbres, creencias y la sociedad donde acontece, y puede influir facilitando o dificultando los procesos de duelo individuales (Bermejo, J et al 2016).

El duelo es la reacción normal ante la pérdida de una persona, animal, objeto, etapa o evento significativo. Experiencia que necesita ser compartida, acompañada y respetada.

Como doliente es normal que se necesite la presencia de las personas que te aprecian.

El apoyo emocional recibido en estos primeros momentos es crucial.

El duelo implica un proceso de adaptación emocional, cognitivo, conductual, social, la persona tiene que afrontar el dolor de la pérdida, reajustar su vida según la nueva realidad, sin la presencia de aquello que ha perdido, reconstruir su sentido de identidad y propósito.

Las fases del duelo (según Kaplan):

– De shock y negación: predomina la negación, el aturdimiento. Se producen intensos sentimientos de separación y una amplia variedad de comportamientos (añoranza, protesta, labilidad).

– De angustia aguda y aislamiento: inicia cuando el doliente constata la futilidad de los sentimientos y comportamientos anteriores (E. Lindeman).

– Sentimientos de culpa: “Hicimos todo lo que se podía”, “No faltó atención médica”, “No hubo descuido nuestro”.

– Enfado, dirigido contra ellos mismos, la persona fallecida, familiares, amigos, los médicos.

En nuestro país años atrás la tradición obligaba a vestirse totalmente de negro a las mujeres, no salir de casa, hablar en voz baja. Los hombres colocaban un crespón o cinta negra en su camisa o chaqueta. No se escuchaba música. Se entendía que el duelo obligaba a no apartarse de la pena, del dolor.

Las manifestaciones ante la pérdida de un ser querido en pueblos, barrios y sectores económicos menos favorecidos se pueden expresar con crisis tipo histeria, donde la persona tira un grito y cae hacia atrás en posición de arcoíris, demandando ayuda de personas cercanas, otras veces la persona queda muda, estupefacta, esta manifestación es más frecuente ante la muerte súbita del ser querido. Pueden expresarse con gritos desesperados: “Déjenla que grite su muerto, que se desahogue”. Por un asunto cultural es difícil que usted pueda presenciarlas en una valorada funeraria de la Av. Lincoln.

Veamos este cuentecito: si alguien le dice o usted piensa que “esa señora” está cerca o se aproxima, tenga cuidado y no vaya al peluquero a recortarse muy bajito el pelo, no vaya a ocurrirle lo que le pasó al Wenceslao: “Alguien le dijo que ya lo venían a buscar y él ni corto ni perezoso fue a la peluquería, pidió lo recortaran “a caco”. Esa noche la señora Muerte salió decidida a cumplir su misión, buscó por todas partes sin encontrarlo. Decide entrar a un bar, mira por todas partes, no ve a su encomendado.

Hastiada está a punto de marcharse, en ese instante ve a un tipo con el caco pelao y se dice: “Bueno ya que no encuentro a Wenceslao, me llevo a este caco pelao. que -en efecto- resultó ser el mismito Wenceslao”.

La moraleja podría ser que de la muerte nadie escapa. De resultar así debemos evaluar las posibilidades de todo aquello que nos signifique soportar, superar ese misterioso momento. Sugerencias:

– El hecho de no saber la fecha de partida debería llevarnos a ser mejores personas.

– Recordar la persona que se marchó en sus más relevantes momentos: aportes, ejemplos, enseñanzas de vida.

– Actitud de reconciliación y entendimiento con familiares y amigos.

– Aumentar su capacidad de perdonar.

– Valorar la vida, dimensionarla en todo lo que significa.

– Actitud solidaria con los dolientes de familiares y amigos.

– La creencia religiosa puede contribuir a la aceptación por los que partieron.

La señora Muerte un día llegará y ella, como tan irreverente es, ni permiso pedirá.

En el día de los difuntos recordemos con amor y respeto a los nuestros que se marcharon.

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